Foro de Discusión

ACTUALIDAD DEL DIÁLOGO CATÓLICO LUTERANO

I. UNA NOVEDOSA CONMEMORACIÓN DE LOS 500 AÑOS DE LA REFORMA

Los cristianos estamos llamados en este año 2022 a hacer memoria de los 500 años
del inicio de la Reforma Protestante, un acontecimiento capital de la historia del
cristianismo, pero también de la humanidad.
Cierto es que no podemos festejar, no se puede celebrar el hecho de una tragedia
inmensa para el cristianismo de Occidente como fue que, en la Europa del siglo XVI, se
partiera en dos todo el cristianismo. La Reforma desencadenó, además, terribles
secuelas en los mismos países donde se dio: división, desconfianzas, odios,
unilateralidades por ambas partes, católica y protestante. Sin embargo, sí podemos
hacer memoria de lo que ocurrió para aprender de la historia, mirarla con ojos nuevos
y sobre todo para ver cuál es nuestro presente y cómo nuestras diferencias se pueden
convertir en lo que en teología ecuménica se llama: “unas diversidades reconciliadas”.
Creo acertado lo que propone el teólogo luterano André Birmelé, a quien
tendremos la suerte de escuchar del 8 al 10 de Junio en un Congreso en Salamanca:
Es de esperar que sea celebrado el 500 aniversario de una forma diferente a la
de los siglos precedentes. Que el jubileo de 2017 sea de otro tipo. El desafío de la
hora presente es el de la conversión de las Iglesias. La conversión es fundamental en
el mensaje cristiano. Generalmente se la comprende como válida en primer lugar
para el individuo llamado a replantear su vida a la luz del evangelio. Sin embargo,
no se limita a las personas aisladas y pide ser aplicada a la comunidad cristiana en
su conjunto. El Pueblo de Dios está llamado a la conversión a fin de hacerse más
conforme a la voluntad de Dios. Solo semejante orientación permite superar las
divisiones que impiden todavía la plena comunión eclesial de todas las confesiones
cristianas. Solo así, en este espíritu de conversión de las Iglesias, ellas pueden
alcanzar una unidad visible y un testimonio más creíble en el mundo.
Por eso es pertinente la pregunta: ¿Se puede conmemorar el acto principal de la
rebeldía de Lutero junto a los luteranos, sin que ello suponga celebrar a Lutero? El
jesuita francés, Michel Fedou, previendo algún peligro de este tipo se interroga:
¿Cómo evitar que esta conmemoración ocasione aquí y allá reafirmaciones
identitarias? Dicho en positivo, ¿cómo hacer de suerte que esta conmemoración
tenga en cuenta los avances ecuménicos y marque un jalón en el camino de la
esperada comunión? Por primera vez, un centenario de la Reforma va a tener lugar en una época marcada por varios decenios de diálogo ecuménico. Yo llamaría
enseguida la atención por la novedad del contexto: la conmemoración va a
intervenir en una situación específica de las Iglesias cristianas en la edad de la
mundialización y en el tiempo donde estamos todos confrontados ante los desafíos
de la nueva evangelización.
¿Cuál es la novedad de estos 500 años de la Reforma? Llamo la atención sobre la
novedad de este aniversario en que por primera vez se trata de celebrar juntos, es
decir, no cada Iglesia por su parte. Además, el momento coincide con los 50 años de
diálogo que ha establecido la Comisión Mixta de diálogo tradición luterana-Iglesia
católica. Esto comenzó en 1967, por tanto estamos en esa fecha “redonda” de los 50
años del diálogo católico-luterano.
Por todas estas razones, conmemorar –no celebrar- la reforma del siglo XVI, nacida
en Alemania, nos proporciona una buena ocasión para revisar nuestro presente como
cristianos, católicos y luteranos pero, sobre todo, también para mirar hacia el futuro,
hacia dónde caminamos… Espero que al final de esta conferencia, con lo que dice esta
Comisión en su último documento, nos sirva de reflexión y sobre todo respecto al
camino hacia dónde ir juntos.
Y, puesto que se trata de “la Reforma”, yo creo que no estaría mal que, en una
ocasión como ésta, miremos hacia dentro cada Iglesia y ver qué es lo que debe seguir
reformándose. Los católicos deberíamos tener claro que el Vaticano II ha sido un
Concilio de verdadera reforma; ésa fue toda su intención. Espero también que las
Iglesias luteranas aprovechen este acontecimiento para revisarse y ver en qué tienen
que seguir reformándose y todos nos reformaremos en una sola dirección, que es la
voluntad de Dios para su Iglesia, aquí y hoy para nosotros.

II. REPASO DE LA TRAYECTORIA HISTÓRICA DEL DIÁLOGO LUTERANO-CATÓLICO

Dos foros dan inicio al diálogo bilateral.
Dos foros dan inicio a este diálogo porque los observadores luteranos en el
Concilio, en diálogo con el Secretariado católico para la Unidad, se propusieron como
tarea trazar un marco, un programa y un primer desarrollo temático de lo que se iban
a abordar entre católicos y luteranos. El grupo comenzó su tarea y celebró sus sesiones
de trabajo en Estrasburgo, entre los años 1965 y 1966, recomendando a las respectivas
autoridades de luteranos y católicos afrontar las controversias tradicionales, es decir, no ocultar nada de lo que nos divide. Y, por tanto, ir hacia la verdadera identidad de la naturaleza de cada Iglesia. Se aconsejó una reflexión ponderada y al mismo tiempo capaz de ofrecer soluciones sobre la problemática de los matrimonios mixtos a la luz de la teología del matrimonio cristiano. Entre los protestantes.

El primer foro afrontaría las cuestiones relativas al núcleo doctrinal de la Reforma
luterana, es decir, la relación del Evangelio con la Iglesia y el segundo foro, la teología y
la práctica de los matrimonios mixtos.
Para constituir el primero de estos foros de diálogo se creó la Comisión de Estudio
Católico-Romana/Evangélico-Luterana, que tenía 14 miembros y, después de seis
sesiones en varias ciudades europeas, vino el primer documento, El evangelio y la
Iglesia, conocido como la Relación de Malta, donde se afrontan las cuestiones
principales de la Reforma para las confesiones luterana y católica. La primera parte,
trató de la relación entre “Evangelio y Tradición”. La cuestión era ir al centro del
evangelio –la doctrina de la justificación- y verla a la luz de la propuesta conciliar de
una jerarquía de verdades. En Unitatis Redintegratio, número 11, el concilio Vaticano II
dice que lo que nos separa no es todo igual, hay una jerarquía de verdades
dependiendo de las que están más cerca del núcleo de la fe; no es lo mismo lo que nos
separa en algunos ritos o la devoción mariana que una cuestión de la justificación solo
por la fe. El concilio había dicho esto y, por tanto, en el diálogo católico-luterano se iba
también avanzando desde lo que más nos une a lo que menos nos une. Se abordaron
también la doctrina de la justificación y la cuestión del Derecho eclesiástico. En la
segunda parte del documento El Evangelio y la Iglesia, menos densa, se habla sobre la
dialéctica “Evangelio y Mundo” y la tercera, “Evangelio y ministerio eclesiástico”, una
de las más problemáticas por cuanto las posturas de luteranos y católicos arrojan una
clara diferencia en la concepción teológico-dogmática del ministerio.
Del segundo foro, el de los matrimonios mixtos, hay que decir que cuando iba a
empezar el profesor y exegeta Conzelmann y algunos otros dijeron que esto no solo
afectaba a los luteranos, sino a todo el protestantismo. Entonces se amplió el foro y se
hizo un foro mixto triple para la cuestión de los matrimonios, donde entraban
luteranos, protestantes en general y católicos. Se trató de la naturaleza del
matrimonio, la importancia del derecho canónico, la liturgia de estos matrimonios y su
aspecto pastoral. Esto hizo que, en 1976 en Venecia, apareciese el documento La
teología del matrimonio y el problema del matrimonio mixto.

Las cuestiones teológicas de la segunda etapa del diálogo
Ya la Relación de Malta había delimitado el marco del diálogo teológico y ello
apuntaba a la cuestión decisiva para la confesión luterana: la primacía del evangelio
sobre la Iglesia. Esta primacía nunca fue entendida de igual forma por católicos y
luteranos, y había que ver esta cuestión con respecto al principio reformado del sola Scriptura, con lo cual la Comisión tenía por delante la tarea de constatar si ambas
confesiones han malentendido sus posturas y si los principios teológicos quizás no
coincidían más de lo que parecía, como en realidad se ha demostrado con el tiempo,
cuando en 1999 se firmaba el acuerdo sobre la Doctrina de la Justificación. La doctrina
de la justificación empezaba a ser entendida en común, y unos y otros vieron que la
justificación puede ser entendida como “la expresión total del acontecimiento de
salvación”. A partir de entenderla así, no como algo exclusivo luterano y en contra de
los católicos, ambas partes estaban de acuerdo en lo fundamental. Y ambos decimos
que creemos lo mismo, pues el concilio de Trento dijo claramente, ya en el siglo XVI,
que no nos justificamos por nuestras obras, sino gratuitamente por Cristo en su
misterio pascual, en el que Él nos ha regalado toda gracia y toda salvación.
Desde 1972, año de la Relación de Malta, hasta el año de la firma de acuerdo sobre
la justificación en 1999 por las autoridades de las dos comuniones, se llega finalmente,
después de 27 años, a un acuerdo basado en un método teológico que parte del grupo
ecuménico de “Les Dombes”, en Francia, llamado el método del “consenso
diferenciado”: si en la doctrina de la justificación estamos de acuerdo en lo esencial,
el consenso diferenciado permite que luego haya diferentes formas de expresión
teológica, etc. pero habiéndole quitado primero a esta doctrina en discordia el veneno
separador.
El “Acuerdo sobre la doctrina de la justificación” ha sido de lo más importante para
luteranos y católicos. Martín Lutero dijo: sobre esto nunca estaremos de acuerdo con
los papistas. Yo creo que, cuando el cardenal Cassidy y el obispo Presidente de la
Federación Luterana mundial firmaron ese acuerdo el 31 de octubre de 1999, los
huesos de Lutero se debieron remover un poco e su tumba de Wittemberg… Gracias a
Dios, se equivocó y eso dice mucho de cómo está avanzando el diálogo.

III. LA NECESIDAD DE UN ACUERDO SOBRE ECLESIOLOGÍA. CONDICIÓN PARA AVANZAR EN EL DIÁLOGO

La nueva percepción de la personalidad de Martín Lutero, paso necesario del
acercamiento en la eclesiología.
Con la Relación El Ministerio espiritual de la Iglesia, la Comisión comienza una
nueva etapa del diálogo ya que, con el amplio consenso logrado, es más fácil el diálogo
sobre la cuestión más problemática, de fondo, como es el reconocimiento de los
ministerios y la eclesiología. Como acertadamente dice el cardenal Kasper: una
consideración detenida del diálogo en curso pone de manifiesto que las diferencias que
perduran se encuentran arraigadas en distintas concepciones de la Iglesia, que resuelve
que el problema central radica en que la Iglesia desempeña una función mediadora de salvación y cuál sea esa función. Cuando con los luteranos estemos de acuerdo en esta
cuestión, se habrá desbloqueado lo principal que nos divide.

El cambio sobre la figura de Lutero en la Iglesia católica, sobre la personalidad del
reformador y su propia obra, comenzó en el siglo XX. A ello va a contribuir de manera
decisiva el descubrir el objetivo específicamente reformador. Lutero no quiso crear
una nueva Iglesia. La celebración del 400 aniversario de la Confesión de Augsburgo
propició que la Comisión mixta elaborara la Relación siguiente: Martín Lutero, testigo
de Jesucristo (1983). Cuando Juan Pablo II visitó en estos años Alemania, llamó a
Lutero, “un genio religioso”. Si miramos toda la literatura católica contra Lutero
durante siglos, tachándole de “deforme físico”, aparte de “padre de todas las
herejías”, lo que dijo Juan Pablo II fue muy significativo. Es decir, la Comisión vino a
aclarar la cuestión de la doctrina de la justificación, de sus intenciones y de la
eclesiología. La Comisión mixta observa que la herencia de Lutero ha padecido
numerosas simplificaciones y distorsiones abusivas entre las cuales menciona cómo la
Biblia fue cada vez más aislada de su contexto eclesial, y su autoridad fue comprendida
injustamente en un sentido estrictamente legalista por la doctrina de la inspiración
literal. A este problema respondió la Iglesia católica con una actitud defensiva que se
desarrolló a partir de la Reforma, llegando a tomar medidas –dice el documentomotivadas por el temor a la difusión de ediciones de la Biblia no aprobadas por la
Iglesia, acentuación centralizadora desmesurada del papado, posiciones unilaterales en
materia de teología y de práctica de los sacramentos; todo ello caracterizó un
catolicismo muy conscientemente contrarreformador.
Lutero mismo, cuando anduvo escondido y encerrado, porque tenía miedo que lo
matasen, y porque el Emperador Carlos V dijo que había que prenderlo, se traduce él
solo del hebreo, del arameo y del griego toda la Biblia al alemán para hacerla más
accesible; pero no tradujo todo, porque cuando se encuentra con la Carta de Santiago
que dice: “Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por mis obras mi fe”, decide
eliminarla y la llamó una “epístola de paja”. Por una parte, Lutero con la traducción de
su Biblia facilita a la gente sencilla poder leerla por sí mismos en su propio idioma, y
por otra parte los católicos deciden prohibir leer la Biblia hasta no hace tanto tiempo.
La comisión mixta observó al mismo tiempo que la radicalización de Lutero provocó la
actitud defensiva de la Iglesia católica, de suerte que los luteranos no pueden aprobar
–dice la comisión- que llevado por una mentalidad apocalíptica, propia de la época,
rechazara al papa como el “Anticristo”; condenara la Misa católica como “idolatría”.

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